El tío «Panchito» vivía feliz y encantado. De alguna manera, desde pequeño, le habían enseñado a disfrutar y agradecer lo que sí tenía. Disfrutaba como pocos de la naturaleza, de su familia, de sus amigos, de los bienes que tenía. Era feliz, estaba satisfecho, contento y era muy positivo.

Su prima Eduviges, de las Pérez-Gaytán se comparaba siempre con sus otros primos, los Pereyra Gutiérrez; a ellos sí que les había ido bien. Por alguna extraña razón la vida les había siempre sonreído. Nadie enfermó de gravedad en la familia, buena posición económica, viajes y mas viajes. Que envidia – de la buena por supuesto – , eso de sí tener mas en todo los aspectos…

Claro que nada que ver con la familia del nuevo novio de Jackarta de su sobrina Melissa. Ellos vivían 9 en una pequeña casita. Una abuela, unos tíos, los hermanos y alguien que adoptaron por ahí. La verdad es que viven con lo justo. Algo de arroz y verduras para la comida, trabajos de guías turísticos que les permiten convivir y conocer a otras personas y lograr siempre vivir con lo que tienen. Por alguna extraña razón, el Universo les ha enseñado a agradecer lo que tienen y no a desear lo que no tienen. Trabajan, se esfuerzan, pero no viven descorazonados por lo que no tienen.

El abuelo Johann es otra cosa, de joven se lo llevó una compañía petrolera a trabajar a Kuwait. Ahí realizó una magnífica carrera. Bueno, depende de como lo quieras ver. Por un lado, de operador pasó a ser supervisor, luego a gerente, después a director y ahora es dueño de una docena de compañías que dan servicio a la industria petrolera. Dicen que tiene muchas propiedades, aviones particulares y que ya va en su tercera esposa. Los hijos ya se andan peleando por lo que les corresponde y él a sus 89 años sigue trabajando como nunca porque quiere llegar a ser como tal o cual empresario que él admira. Quiere siempre tener algo que aún no tiene. En el fondo, no necesariamente disfruta lo que tiene, lo que es y a quiénes caminan con él.

La segunda hija de Johann, Yannu salió muy lista. Fue aceptada en Cambridge y salió con honores del doctorado. Ella dedica su vida a ayudar a empresas de países pobres para que puedan salir adelante y lograr que las comunidades prosperen. Ella ha entendido que lo que tiene, su corazón, su mente y sus relaciones son porque Él así lo ha querido y dedica su vida con pasión y determinación a lograr una diferencia. Vive en Paz, aprovecha su sabiduría y disfruta su día a día.

Su novio es un poco diferente. Es de México y se llama Francisco. Aunque el papá se llamaba Panchito y era de quien hablábamos al principio de este relato. Francisco había salido un poco diferente. Era muy preocupón, controlador y no podía dejar de pensar que el futuro se veía incierto y que múltiples nubes nublaban el horizonte. Por mas que Yannu lo terapeaba, el buen Francisco sufría y volvía a sufrir.

El mes siguiente, Panchito se puso muy grave. Todo indicaba que no lograría salir de esta enfermedad. Él en el fondo estaba tranquilo y agradecía de corazón lo bendecido que había sido. Le pidió a su hijo Francisco que quería despedirse de mucha gente que de alguna manera había conocido y apreciado en su vida.

Así que, a través de la maravilla del Zoom, pudo hablar por última vez con su prima Eduviges, con Melissa, con el abuelo Johann, con Yannu, por supuesto y con mucha gente mas que había de alguna manera “tocado” en esta vida. Su creencia maravillosa por enfocarse en lo que tenía y de ninguna manera en lo que no tenía le habían ayudado a tener una vida increíble.

¿Y tú, eres del equipo de Panchito o más bien de Francisco?

Esa, sin duda es tu decisión; vivir donde quieres vivir.

Una creencia te «asegura» vivir de una manera y la otra…

Abrazo equipo

Jorge Oca