El amor de los padres era compatible. Pero la combinación de la sangre de los dos no lo era. Afectó a tres de sus cinco hijos. Les ocasionó glaucoma. Tres de cinco quedaron ciegos a diferentes edades. Uno de ellos cuando todavía no tenía ni tres años.

La cosa se complicó aún más cuando el padre murió en un accidente y dejó a la madre con el corazón roto, con cinco hijos y con dos de ellos ciegos.

Hubo que entrarle a la vida de frente.

Cuando empezaron las clases, la madre le dijo al hijo “ No te puedes quedar encerrado aquí en la casa”. Así que lo llevó a la escuela,  y le comentó: “Fíjate bien porque es la única vez que te voy a enseñar, a partir de mañana tu te vienes solo».

Así que que a partir del día siguiente, el pequeño bajó a la calle, cruzó dos avenidas, tomó un camión, caminó a la escuela, encontró su salón, su pupitre y estudió la primaria, luego la secundaria, fue a la UNAM, consiguió un trabajo, fue exitoso, se casó y tuvo una hija preciosa.

Su vida estuvo llena de anécdotas de todos colores y sabores. Cosas que solo le pasan a los ciegos. Cosas que le pasan a cualquiera. Caídas en coladeras abiertas en las calles, personas que abusaron de él, ángeles que le tendieron la mano. Amigos y familiares que lo veían salir de casa y cruzar la calle sin mas; derramaban lágrimas de tristeza, de reconocimiento y de esperanza.

Nosotros no estamos ciegos, aunque a veces actuamos como si lo estuviéramos.

Nos boicoteamos. Nos ponemos límites ridículos. Manejamos nuestra actitud de manera miserable.

Sobre todo cuando vemos. Cuando escuchamos. Cuando tenemos nuestro cuerpo completo. Cuando nos funciona la ardilla. Cuando nuestro corazón es grande. Cuando somos consentidos de nuestro Padre. Cuando somos sus Hijos Amados.

¡Que la luz nos ilumine! ¡Que usemos todo lo que tenemos al mil! Hoy lo tenemos. Hoy nos funciona.

¡Vamos por todo equipo!  ¡Seamos felices!

Saludos,

JOF