Faltaba poco para que obscureciera. Como era verano, los días en la Patagonia eran muy largos y aunque casi eran las 10 de la noche, faltaba poco menos de una hora para que todo quedara en penumbra.
El escarabajo había tenido poco éxito ese día. Aun y cuando esta parte de la montaña era frecuentada por ovejas, guanacos y alguno que otro caballo del gaucho que trabajaba en la estancia, no había tenido durante este dia mucho éxito en juntar una buena bola de caca.
Sí, su vida era juntar mierda. La encontraba, la hacía bola y la llevaba rodando a sus escondites secretos. Su caca le serviría para sobrevivir el terrible invierno. Su trabajo y dedicación lo mantenían vivo año tras año en esas tan difíciles temporadas.
Estaba casi llegando a uno de sus agujeros preferidos, con un pedazo francamente pequeño de caca, cuando fue atacado sin aviso por Aníbal, un escarabajo comodín y francamente huevón. Hace tiempo que no sabía de él, y ahora pretendía quitarle los frutos de su trabajo del dia. ¡ Mugre escarabajo recoge mierda, de mierda !
Así que los dos escarabajos – recoge mierda – se trabaron en un feroz combate por la última bola de caca del día. Aníbal lo había pillado por sorpresa y lo tenía agarrado con sus tenazas en una llave que obligó a Demósthenes – sí con h – a soltar su presea y lidiar con el usurpador de mierda.
La bola de caca quedó libre y cómo estaban en una ladera empinada; esta comenzó a rodar y a ganar velocidad poco a poco. Con la suerte de que logró saltar por la Gran Corniza y salir literalmente volando por los aires durante casi un centenar de metros. Milagrosamente la mediana bola de caca no se rompió al caer y curiosamente detuvo su larga carrera al golpear casi de lleno a un escarabajo de las planicies inferiores que llevaba semanas sin encontrar siquiera ni un poco de caquita.
Dos dias después de haber presenciado esta historia, conocí a un taxista que defendía a capa y espada ideas suyas sobre la iglesia, sobre política y sobre cómo educar a la familia. Ya me aprestaba a defender y a adoctrinar cuando recordé el episodio de Aníbal y Demósthenes. Sin duda que el taxista y yo mero teníamos nuestra buena y gran «provisión de shit» en nuestras mentes y estábamos dispuestos a luchar y a «educar».
Guardé silencio, respeté » su mierda » , y acepté respetar la mía.
El respeto a la caca ajena es la paz.
Muchos Saludos.
JOF