El Ciego de Iguazú

Las cataratas de Iguazú tienen dos lados por las que las visitas. Nos tocó un día un poco complicado porque el lado Argentino fue cerrado por unos ambientalistas y por lo mismo, el lado Brasileño estaba más congestionado que de costumbre. Había que ser paciente, tolerante y concentrarse en la belleza de las cataratas.

Estábamos al final del camino, viendo la famosa garganta del diablo. Por un instante estábamos todos apretujados, mojados y nada cómodos.

Justamente ahí, en medio de todas las caras, destacaba una que tenía una sonrisa fenomenal. La dichosa sonrisa no se le quitaba y poco a poco fue avanzando hasta donde nos encontrábamos esperando a que la multitud avanzara.

Esta persona miraba para todos lados y no dejaba de sonreír. Pensaba para mis adentros que debía de tener algún secreto fenomenal para que no dejase de estar tan contento.

Entonces me di cuenta. Era un ciego. Lo llevaba una mujer del brazo. Pasó junto a mí y por un momento se me cerró la garganta de la emoción. Estábamos en una de las maravillas naturales más impresionantes del mundo y él no podía ver nada. No veía los cientos de caídas, no veía la increíble bruma ni los sensacionales verdes de tantísima vegetación. No veía los cientos de pájaros que volaban y subían con las corrientes térmicas. No veía las lanchas rápidas que se acercaban a las caídas y mojaban a todos sus pasajeros.

Sin embargo sonreía como nadie. Luego me diría – porque el destino me lo sentó media hora después – que él sintió demasiadas cosas en esa plataforma en donde lo ví por primera vez.

Al escuchar el estruendo de las cataratas, sintió un poder sobrecogedor que nada más no cesaba. Sintió proveniente de varios lados las increíbles ráfagas de rocío que salían al chocar el agua con las rocas. Me comentó que percibió claramente cómo se cargaba de una energía muy especial. Ese choque de tanta agua generaba una oxigenación muy especial en el agua y en el ambiente. «He sentido cómo me ha penetrado tanto oxígeno nuevo. Y en los seres vivos que estábamos ahí.»

Estaba encantado de escuchar tantos gritos y comentarios de emoción de tanta gente. Me dijo también que sentía una extraña y clara sensación de asombro entre los asistentes. «Pocas veces lo he sentido de manera tan manifiesta».

«Ha sido una de las sensaciones y experiencias más maravillosas de mi vida», me dijo.

¿Y vos?, ¿Platicáme lo que sentiste? Me preguntó.

Todavía con la boca y el corazón abiertos, le contesté que por lo pronto sentía una gran envidia por él. Sentía que muchas veces los ciegos somos nosotros “los que sí vemos”. Muchas veces tenemos uno o varios sentidos dormidos o en coma o en huelga. Muchas veces tenemos en nuestras narices verdaderas maravillas y nada más no nos damos cuenta. Nos enfocamos más en lo que no tenemos en ese preciso instante. Por lo mismo puede llegar a perder uno momentos sensacionales.

Facundo sintió mis meditaciones obscuronas y me dijo: “ Bueno ya está, tomáte una foto conmigo y recordá que tu responsabilidad es luchar por ser feliz siempre.”

Así que nos tomamos la foto y con cariño recuerdo al *Ciego de Iguazú”.

Espero por mi parte llegar a ver las cosas tan claras como él. Y poder ir desarrollando poco a poco lo que él ha logrado con sus sentidos, con su mente y sobre todo con su corazón.

Muchos Saludos

JOF

3 comentarios sobre “El Ciego de Iguazú

  1. Santiago

    Estamos acostumbrados a ver las cosas de una forma y no ha sentir, a oler o hasta escuchar. Si todo lo ponemos junto la percepcion es completamente diferente. Es muy penoso ver que mucha gente va a que su teléfono vea, pero la sensación es de uno y hay que vivirla al momento y guardarla como recuerdo.

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