Esta semana íbamos a la graduación de un sobrino y nos disponíamos a despegar en lo que sería un vuelo de casi 5 horas. La pasajera que estaba sentada detrás de mi mujer, empezó a mover la cabecera del asiento de ella y me di vuelta para pedirle que dejara de mover el asiento.
La señora pidió perdón y nos dijo que estaba un poco ansiosa. Justo cuando inició la carrera del avión para despegar empezó la santa señora con un ataque de ansiedad que duraría todo el vuelo.
Como si estuviera en una cámara de terror y fuera torturada amargamente; se contorsionaba, golpeaba el piso, pegaba en su asiento y llegaba a exclamar algunos pequeños gritos de angustia intensa.
Lo que fuera en principio una molestia se convirtió en una gran preocupación por ella. Su cerebro jugaba con ella y la controlaba casi de manera completa.
Intentaba calmarse con música, pero al parecer estaba mucho mas allá de eso. No es que uno sepa de como controlar un ataque de ansiedad, pero creo que la música de banda que escuchaba mas bien la alteraba mas. Se ponía un tipo de esencia que debiera de calmarla, pero no dejaba de pararse al baño a lavarse la cara y quitarse el sudor de tanta excitación.
Todos los vecinos nos comportábamos y nos daba mucha pena tanto sufrimiento. Lo peor es que no podíamos hacer nada por ella. Ella era la única que podía controlarse.
Sentir de cerca tanto sentimiento, nos hacía pensar y revisar nuestros propios miedos y angustias y llegar a la conclusión de que no solo son de un nivel mucho más bajo sino que también podíamos y debíamos controlarlos y no dejarlos nunca crecer hasta el punto que estábamos presenciando.
Rezamos mucho por ella y por que lograra controlar a su mente. Todavía minutos antes de aterrizar, tuvo una de sus crisis más fuertes. Pareciera que su angustia sabía que pronto se terminaría el pretexto para aparecer y hacia sus últimos ataques implacables.
Aterrizamos y como por arte de magia, respiró, se compuso y se disculpó con los vecinos. “Me comporté peor que el gato que traigo conmigo”, nos dijo.
Efectivamente perdió la batalla con su mente y logró sufrir terriblemente durante todo el vuelo. De paso nos hizo pasar también un muy mal rato.
Me queda claro que la batalla con la mente es algo que a veces logramos controlar y a veces no. Habiendo experimentado tanto sufrimiento, no debemos dejar que nunca lleguemos a tales niveles. Supongo que su angustia empezó algún dia en nivel 1 y que no la atendió correctamente y ya logró llegar al nivel 67.
La vida nos va regalando momentos agradables y también momentos difíciles y angustiosos. Está en nosotros parar, detener, luchar y conquistar estos “ataques” a nuestra paz.
Nunca dejemos que suban de nivel. Estemos muy atentos y te deseo que todos «los vuelos de tu vida» estén llenos de paz. Que «la loca de la casa» esté bajo control.
Muchos Saludos
JOF
Fernando Arnaiz Herrera-Lasso
Hemos perdido la gloriosa habilidad del pensamiento crítico. El mejor rasgo del Homo S. Sapiens…
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