Max y su Amígdala Negativa.

Max estaba sintiéndose al mismo tiempo ansioso y esperanzado. Llevaba unos meses de terapia y parecía que una luz se acercaba al final del túnel. Max tenía 65 años y llevaba 40 años de taxista. Londres era su ciudad, su mundo y su vida. Lo habían citado a que se hiciese una tomografía de su cerebro. Resulta que los cerebros de los taxistas londinenses han desarrollado un crecimiento “anómalo” debido a la sobre memorización que desarrollan para navegar por las calles de esa ciudad.

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La terapeuta le había confirmado el desarrollo «del bulto» y le había invitado a un estudio voluntario sobre su amígdala negativa.

Max era listo, pero la propuesta lo sacó completamente de balance. «Todos tenemos una propensión a lo negativo y a tener una amígdala negativa grande», le había dicho Nancy la terapeuta. «Recuerda Max, que hace miles de años, el ser humano, el cavernícola, tenía que luchar desesperadamente por sobrevivir. La comida, la sobrevivencia era el tema fundamental y les exigía estar completa y totalmente enfocados en solo eso. En la primera y segunda guerras mundiales, murieron «solo» 1 de cada 100 personas que existían en el mundo. En la prehistoria, moría 1 de cada 8 personas. Así que en nuestro ADN y en nuestras mentes, tenemos esos instintos vitales para la sobrevivencia. Esos instintos nos hacen enfocarnos en lo negativo, en las noticias alarmistas y en cualquier detalle potencialmente peligroso. En estos tiempos, de relativa paz, tenemos que reprogramar nuestras mentes para darnos cuenta de todas las cosas positivas que existen a nuestro alrededor. Enfocándonos en lo positivo podremos disfrutar nuestras vidas plenamente

Max entendió lo que Nancy le decía. Muchas veces en su trabajo y en su día a día había sentido el estrés fuerte y constante. Como si lo estuviera persiguiendo un tigre sable para comérselo. El tráfico, la política, su pareja, sus amigos, los clientes. Peligros potenciales en cada esquina. Max pensaba que si le pudiesen sacar una placa de su amígdala negativa, seguramente estaría desproporcionada. Así como su cerebro que había memorizado tantas cosas de las calles londinenses.

Entonces entendió, en ese preciso – y precioso – momento, que podría trabajar con su amígdala positiva y lograr que fuera ésta, la que se desarrollara. Entendió que seguramente tendría que ejercitarla diariamente con agradecimientos de unos 10 a 15 minutos cada mañana y cada noche. Podría reafirmar todo lo que sí tenía y cuanto significaba para él.

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Nancy sonrió y le dijo a Max, que si hacia eso, que su vida cambiaría por completo. Romper con estos hábitos y creencias de tantos años sería un reto interesante. Reprogramar esa mente milenaria sería también algo digno de un buen «entre». Nancy sabía que si era posible, así que reafirmando a Max sonrió y le deseó que la batalla fuera exitosa.

Deseo que tu batalla sea decidida, interesante, divertida y muy provechosa.

Saludos a todos los Max que entienden, aceptan, enfrentan y luchan por una mejor vida.

Buen día,

Jorge Oca

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