La boda finalmente se había logrado. Muchos nervios, demasiados cambios y por supuesto que todo mundo opinaba sobre básicamente todo. El tamaño del evento, quienes deberían asistir, quienes definitivamente no. Los miedos o preocupaciones eran muchos. Que la gente se enfermara, que las autoridades clausuraran la boda, que si el clima, que si algunos de la familia vendrían, que si otros no vendrían. Una verdadera montaña rusa de emociones y sentimientos.
Finalmente el gran día había llegado y ahí estaban al fin ambas familias con los que decidieron venir y con los amigos que gustosos habían acompañado a sus queridos amigos. Uno de los tíos de la novia pertenecía al grupo de los «vulnerables». Tenía un sobrepeso bueno y bonito, algo de diabetes y por si esto fuera poco hipertensión. Se le colocó estratégicamente en un rincón de la fiesta. Traía cubreboca, careta y todos los cuidados posibles.
Del otro lado de la fiesta estaba otro tío de uno de los novios. Él estaba en perfecta condición física. Por supuesto que no tenía sobrepeso, ni diabetes ni nada que lo pudiera poner en riesgo. A él le tocó curiosamente en otra esquina de la boda. Él llegó con tapabocas, pero después del primer tequila, se lo quitó y a su manera, disfrutó mucho de la boda.
Jacobo, el tío con alto riesgo se dedicó a levantarse cada vez que llegaba alguien a saludar a su mesa y a platicar con quién fuere. Les decía que no los podía abrazar, pero su actitud era sensacional. Sonreía, platicaba y hacia sentir muy especiales a quien fuese que llegara con él. Grandes y chicos llegaban para recibir su dosis de cariño. Varias veces esa zona de la boda estaba llena de gente, materialmente esperando a que se desocupara para “abrazar virtualmente” – y a veces físicamente – al buen tío Jacobo.
Del otro lado estaba el buen tío Perfecto que no se levantó de su silla mas que para ir al baño un par de veces. No le interesaba mayormente hacer sentir bien a los demás. Mas bien él estaba acostumbrado a que lo atendiesen, procurasen y resolvieran todas sus preocupaciones o temas. Normalmente su mujer, su secretaria y amigos lo hacían. Esa parte de la boda estaba mas bien sin mucha gente. El buen Perfecto llamaba a quien pasara para pedirle alguna cuba o para que lo escuchase comentar sobre sus logros hacer y lo increíble que él era.

La diferencia entre los dos era abismal. Pude ver con toda claridad como lo que buscamos todos es que finalmente nos compartan algo de cariño, de escucha, de alegría. Mientras Jacobo lo que vendía era eso, cariño, alegría y amor, el buen Perfecto vendía el que lo atendiesen, lo procurasen y le dieran. Uno era un «Giver» y el otro un «Taker».
¿Tú eres un giver o un Taker?
¿»Vendes» cariño, alegría y amor o mas bien te aplastas como el buen Perfecto y esperas que todo mundo te sirva? Simplemente porque eres tú.
En la vida supongo que tenemos etapas en donde vamos, de ser amorosos a ser «absorbedores» de la energía de los demás. Ciclos en donde temas internos o externos nos mueven a un lado o a otro. Ya tienes entonces tu justificación.
¿Normalmente en donde andas, en el modo amoroso, de atender a los demás, o en el modo del buen Perfecto en donde se aplasta y absorbe a los demás bien y bonito?
¿Donde quieres estar?
¿Donde te conviene estar?
Saludos amigos y ¡Viva México!
Jorge Ocaranza Freyria