En la vida, hay veces que te topas con gente excepcional. Esta vez me tocó conocer a Huber. Un hombre de unos 40 años, diría que bien parecido, con unos ojos azules muy expresivos, güero y sordo de nacimiento. Por lo mismo, no habla pero se comunica maravillosamente. Es dealer de Black Jack y sin duda alguna, es una de las personas que me ha hecho pasar uno de los mejores momentos de hace tiempo.
Huber tiene la mejor actitud posible. De ninguna manera se siente discapacitado para atender, entretener y hacer pasar a alguién un momento fabuloso. Está concentrado y enfocado en “sus clientes” que somos los de “su mesa”. Usa sus manos de manera increíble, juega con las cartas y con nosotros. Hace bailar a las cartas y nos da la esperanza de que nos vaya bien. Disfruta enormemente de nuestros éxitos y se ríe de las veces que perdemos.
De repente, me doy cuenta que el tema central ya no es tanto ganar la mano sino lograr quedarse uno un buen tiempo en la mesa y disfrutar y reír de las ocurrencias de Huber. Entiendo que aunque solo emite unos ruidos guturales, logra hacer una conexión increíble con cada uno de nosotros. Divierte, disfruta y de alguna manera “se hace uno” con cada uno de nosotros. Hace bromas, pero no buscando “ser bully” o sentirse más al hacer sentir menos a los demás. Lo hace para que todos pasemos un rato muy agradable.
Me sorprende que esta persona “discapacitada” sea en verdad más capacitado que muchos de nosotros. Por unos momentos sentí pena por nosotros ya que las capacidades de comunicación, atención y respeto de Huber eran demasiado mayores a las nuestras.
Lucy fue nuestra mesera en uno de los desayunos. Una mujerona de color, muy grande, yo diría aquí entre nosotros, bastante fea. Tenía mal una pierna y caminaba con dificultad. Sin embargo, llegaba a la mesa, sonreía y la magia comenzaba. Tenía el talento, actitud y el don de enfocarse en sus clientes y hacerlos sentir realmente especiales. Nos dijo que qué guapos, que qué gusto que estuviéramos ahí. Hacía bailar los platos, movía las manos como bailarina y nos embelesaba con su buen humor. Si alguién le hubiese preguntado si se consideraba “discapacitada” por aquello de su pierna, peso, color y demás , se hubiera reído a carcajadas en su cara. Lo hubiera bailado, atendido y “embrujado”.
Conozco decenas y centenas de personal que atiende a otros y que están “capacitados” físicamente, pero francamente discapacitados en cuanto a su actitud y sobretodo a sus emociones.
¿Cómo anda tu «discapacitómetro»?
¿Alguién te dijo que no podías ser como te hubiera gustado ser y se lo creíste?
¿Realmente tienes la actitud que se necesita para que con lo que eres y hoy tienes puedas “hacer bailar” a los demás?
¿Te has puesto a pensar en el PORQUÉ de hacer «bailar a la gente» y pasar momentos maravillosos en donde quiera que estés?
¿Cuanto mas tiempo vas a desperdiciar miserablemente y seguir actuando como verdadero “discapacitado”?
Un gran saludo a los Huber´s y Lucy´s del mundo que nos ponen el ejemplo de cómo servir a los demás.
Que su espíritu nos ponga la muestra y la motivación.
Buen dia
Jorge Ocaranza Freyria