El evangelio del dia de ayer nos habló de la invitación de Jesús para que nos convirtamos en la sal del mundo y que lo iluminemos con nuestra luz. En la homilía, el Padre Francisco nos recordó el cuento aquel en donde un huevo de águila termina en un nido de huevos de gallina. Se convierte pues en uno de ellos. Pía, camina, duerme y vive como toda una gallina. Hasta que llega un dia en que descubre que tiene alas diferentes, pico diferente y que puede volar y surcar los cielos no como una gallina cualquiera sino como una increíble águila.
¿Cuándo entenderemos que nuestro papel, nuestro propósito y nuestro transitar por esta corta vida es algo mucho más majestuoso que lo que nos podríamos imaginar?
¿Hasta cuándo seremos capaces de captar la belleza, la intensidad y lo maravilloso de la luz que podemos irradiar?
¿Tendremos el tiempo necesario para entender que hemos sido escogidos como verdaderos hijos de Dios para cumplir con Su Voluntad?
¿Podremos lograr que “nuestra sal” le dé un sabor muy especial a la vida de los demás?
¿Seremos capaces de dejar de “piar y caminar como gallinas” y volar como águilas que somos a velocidades y alturas que jamás lo imaginamos?
¿Podremos utilizar nuestra luz para guiar y acompañar a los nuestros en tiempos difíciles?
¿Podremos con el calorcito de nuestra luz; sanar, calentar y confortar a los que lo necesitan?
¿Escucharemos finalmente el llamado para ser lo que fuimos destinados a ser y no a lo que pensamos que nada más podemos ser?
Aceptemos la invitación a iluminar el mundo y a convertirnos en la sal.
Buena semana
Jorge Ocaranza Freyria