Llegaba fresco y descansado al desayuno bufete que tendría toda la siguiente semana. La mañana era soleada, la brillantez especialmente agradable. El mesero que me tocó se llamaba Mukesh, un mesero de la India, sensacional. Nos entendimos bien y nos atendimos mejor.
Al salir del restaurante me dijo: “Mañana que lo vea le voy a conseguir un aguacate – en ese país no había – y se lo voy a preparar de una manera muy especial. Su comentario me dejó con muy buen sabor de boca. ¡Qué amable en querer tener una consideración conmigo! Casi sin querer, estuve por momentos en la noche y en el amanecer del día siguiente esperando su promesa; un aguacate especial para mí. ¿Y si no se acuerda? , ¿Y si solo lo dijo por cumplir?, ya saben, comenzaba a no querer decepcionarme. Inclusive cuando lo vi y saludé junto al puesto de jugos, le recordé lo de mi aguacate y al ver un par de segundos de duda por su parte, le di la salida diciendo que no se preocupara. Él me dijo que iría por él y que si no lo lograba, el ordenaría y que para el día siguiente seguro lo tendría. Como siempre, es más fácil prometer que cumplir con la promesa.
Unos momentos mas tarde, llegaba Mukesh con un plato de aguacate y lo colocó justo frente a mí. En esos momentos me sentí especial y veía a los demás preguntar en qué parte del bufete había aguacate. Sentí un poco de todo, agradecimiento, alegría y orgullo por mi nuevo amigo. Recibía su detalle con mucho gusto y sonreía internamente. Pensaba en cómo con pequeños detalles se puede lograr tanto.

El día siguiente llegué a desayunar un poco tarde y los de mi mesa me agitaban la mano desde lejos y me decían que ya había llegado mi aguacate. Me dio gusto, pero por otro lado, alguna parte obscura mía pensaba en que el aguacate debía llegar cuando yo estuviese ahí, me daba cuenta en como luego queremos controlar hasta como los demás nos demuestran su cariño y sus detalles…
El tercer día que llegó «mi aguacatito» ya empezaba a acostumbrarme al detalle y a la muestra de cariño. Suponía que no me hubiese gustado que no lo trajera, pero me daba cuenta de que ya no me daba tanto gusto. O sea que él quedaba atrapado en su querer agradar porque de cualquier forma a mí o me daba igual o no tanto. Me daba cuenta de lo complicados que somos para esto de las relaciones.
¡¡Al cuarto y quinto día ya empezaba a odiar el aguacate!! No solo era ya un hábito recibir el mismo detalle, sino que quería algo nuevo. ¿Porque tendría yo que comer aguacate todos los días? Además, yo lo hubiese arreglado de diferente manera. Me daba cuenta de que me faltaba que él me lo diera personalmente y dar un par de comentarios y no sólo recibirlo “por Fedex” o por hábito.
El último día me di cuenta que sería la última vez que recibiría «mi aguacatito» y de poder intercambiar algunas historias con Mukesh. Ya me empezaba a sentir nostálgico por no recibirlo más. Entendía que había aprendido mucho con mi amigo de la India. Me di cuenta del enorme poder y valor de los detalles. Entendí el sentimiento de la anticipación de ellos. El poder y satisfacción al recibirlos. El «conflicto mental» de acostumbrarte a los detalles y muestras de cariño de los demás.

Por ahí en medio de tanta meditación me pregunté : ¿Y tú, que aguacatito le has ofrecido a tu amigo estos días? ¿No habrás estado muy atento en recibir tu aguacate y te has olvidado siquiera de darle las gracias de una manera especial y original?
Supongo que estoy listo para ofrecer a los míos “sus aguacates” y estaré pendiente y atento en apreciar los suyos.

Abrazo equipo, que cajas llenas de aguacates te acompañen todos los días.
Jorge Oca
mispensamientosreflexiones
Muchas gracias por todos los guacatitos que me has dado!!!!!😎
Me gustaMe gusta