El Gran Regalo

Lola, la pequeña french poodle, esperaba a que se despertase Susana. Su queridísima “dueña”, esa persona que la hacía sentir de manera tan especial. Su corazón le pertenecía por completo. Se lo había robado a base de tantísimos detalles. 

Susana la apapachaba, la cargaba, la besaba, le daba esas croquetas que tanto le gustaban. No podía pensar en poder querer a alguién más de esta manera. Su corazón le pertenecía por completo.

Es cierto que en la casa vivían otras cuatro personas y que en cierta manera le caían bien a Lola. Pero la que verdaderamente se llevaba su corazón era la preciosa Susana. Lola pensaba en este sentimiento tan fuerte que tenía en su corazón por esta persona y meditaba como era posible que sintiese tanto por ella y tan poco por los demás. 

Entendió que el amor empieza cuando alguién comienza a entregarse a alguién más y de paso recibe de regreso lo que ha sembrado. Lola veía a los otros miembros de la familia y sentía la gran diferencia de sentimiento para con ellos. Ninguno se interesaba en verdad por ella. Ninguno le dedicaba el cariño y el tiempo que Susana le daba. Ninguno la hacía sentir tan especial en cada momento. Como consecuencia, ella tampoco tenía ningún interés en ellos.

Pensaba que probablemente si ella empezara a entregarse y apapacharlos, ellos le responderían y con el tiempo y algo de gracia, podría tener “mas amores”. Entendió que además del “esfuerzo” de su parte y de la correspondencia del otro, esto del amor, de la amistad, de pertenecer era sin duda el Gran Regalo.

Un regalo que había que recibir, pero que había que trabajar para lograr recibir todos los beneficios y alegrías que traería consigo. Lola se daba cuenta de que a veces su ego se entrometía con que el regalo fuese completo. Cuando ella lograba ser humilde, mantener encerrado a su ego y disfrutar todo lo que Susana le daba y no pensaba en lo que no le daba, entonces la pasaba de maravilla. ¡Vaya que luchaba porque las historias que se contaba mentalmente durante el día (y por la noche en su camita) fuesen historias alegres y luminosas y no «esas» en donde pensaba y luchaba contra su mentecita necia y loca!

Lola pensaba que ser perro tenía sus retos y problemas, aunque sonreía porque ella tenía en su vida a Susana.

Un abrazo a todas “las Lolas” que luchan por abrir su corazón y su mente. Por su lucha para que el Gran Regalo viva en sus vidas en cada momento.

Jorge Oca

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