Corriendo y agradeciendo por la vida.

Casi un año después de que saliera a correr con mi hija Maria antes de casarse, salía ahora con Pame, mi otra hija de 24. La historia se repetía en cierto sentido, ya que con más de 30 años de diferencia y un rato sin correr, me fui quedando atrás casi desde el principio.

En las recientes elecciones me di cuenta de que me falta un poco más de un año para que tenga descuentos, me ahorre algunas filas y demás. El sexto piso se presentará casi sin darme cuenta. Por supuesto que me siento como de 40, pero mi cuerpo rechinaba ahora que pasaba mi cuarto kilometro de correr tras mi hija. Ella iba ligera, rebotando como venadito y sonriendo por el camino. Yo iba bien, aunque rechinando y resoplando un poco.

La vista era espectacular. Estaba corriendo junto al rio Sena y viendo a la Torre Eifel acercarse por el margen izquierdo. No podía más que dar gracias. Por estar vivo, por poder estar en este lugar maravilloso y por tener salud y poder correr, mirar y disfrutar. Daba gracias por lo que tenía, por lo que no tenia y por tener un Dios tan maravilloso, amoroso y generoso.

Me daba cuenta que seguramente estaba entrando en el último tercio de mi vida y que había sido muy bendecido en muchos aspectos. Era consciente que el tiempo volaba cada vez mas de prisa y que en un abrir y cerrar de ojos estaría caminando como aquel viejo ese que veía junto a aquella joven.

Veía a Pame tomar fotos y hacer videos mientras corría y no podía dejar de pensar en lo mucho que esta nueva generación tenía como posibilidades y también retos. Esperaba haber sido el suficiente buen ejemplo para que ellas pudieran poner su grano de arena para cambiar y mejorar a nuestro mundo. 

La vida es bella. Tan bella como la queramos ver y como la queramos vivir. Con lo que nos toca, con quién nos toca, para lo que nos toca.

Me daba cuenta que una buena parte de vivir así es agradeciendo lo que tenemos hoy. 

Siempre tenemos tormentas «reales» e imaginarias. Nos toca ponerles buena cara, darnos la mano unos a otros y por mi lado estar atento en Él. Siempre que uno actúa con misericordia y en paz, las cosas salen mucho mejores. 

Pame me decía que corriera derecho y viendo al frente. Aceptaba su consejo, cambiaba mi postura y seguía agradeciendo. 

¡Qué dicha la e caminar y algunas veces correr con los tuyos! Para mí es toda la diferencia.

¿Algo de suerte, algo de trabajo, algo de destino divino?

¿Que opinas?

¡Gracias Dios!,

¡Gracias vida!,

¡Gracias Pame!

Abrazo agradecido…

Jorge Oca

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