Andrés y la Cámara de Refrigeración

Andrés volvió a ir a por su mochila para tomarse otra tableta de antiácido. Hace tiempo que no se tomaba 4 en una mañana. Esta mañana había sido especialmente estresante. El pedido de frutas para montar el buffet de desayuno había estado incompleta. Las naranjas estaban ácidas, aunque el de compras y el proveedor le hubieran dicho lo contrario. Su cocinera estrella se había reportado enferma y para terminarla de amolar, habían recibido casi el doble de personas programadas para el desayuno. Estaba «camote», molesto y de malas. Su tapabocas le molestaba como siempre y su dolor en la boca del estómago lo estaba matando. Su hija no había vuelto a llegar ayer por la noche y su mujer andaba en unas ondas francamente raras.

Parado en medio de la frenética cocina, decidió irse unos minutos a la cámara de refrigeración a respirar un poco.

Ahí cerró los ojos e inhaló profundamente y pudo oler con toda claridad algo de perejil, algo cítrico  y algo que no supo que era. Ese olor lo transportó mentalmente al mercado a donde acompañaba a su abuela de niño. De inmediato le cambió su humor. Su abuela lo hacía sentir querido y reconocido. Empezó a agradecer el que la haya tenido en su vida. Agradeció también el que ella lo hubiera impulsado a ser chef. Agradeció el que había encontrado la pasión de su vida en la cocina y en el servicio a los demás. Siguió inhalando bocanadas de ese aire frío y lleno de olores, que le transmitían sentimientos muy agradables y se percató que sus sentimientos habían cambiado en un instante. Estaba contento, mucho mas tranquilo y deseoso de regresar a la cocina y ser el líder positivo, servicial y lleno de energía que habitualmente era.

Se dio cuenta de como sus pensamientos lo habían llevado a un estado de autodestrucción. Sonrió al darse cuenta y meneó la cabeza lleno de cariño y de ternura hacia él mismo. ¡Como había que cuidarlo a él de él mismo en algunas ocasiones!

Andrés sintió entonces que tenía que agradecerle a su Dios todo lo increíble y positivo que tenía en su vida y le pidió que le ayudara a dejar de pelearse y soltar muchos pendientes, problemitas y temas que su vida le presentaban. Su dichoso cubrebocas, su personal, los colaboradores de otros departamentos, su hija, su mujer y demás. A dejar de pelear con ellos, disfrutarlos, a soltarlos y a vivir un día feliz a la vez.

Contento, Andrés tomó un pedazo de perejil y así como le había enseñado su abuela de pequeño, hizo una bolita y metiéndoselo en la boca regresó siendo otro a seguir viviendo y sacando su chamba con mucho amor.

Photo by cottonbro on Pexels.com

Un abrazo y no dejen de «meterse a la cámara de refrigeración» si requieren reprogramarse.

Saludos

Jorge Oca

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