La muerte de otros nos reprograma.

Estaba terminando la misa de matrimonio del hijo de Juan Rodriguez, el director de RCI, cuando me encontré con mi querido amigo Gerardo Rioseco. Era un día soleado, precioso y nos disponíamos a tener una muy buena pachanga. Todos vestidos, guapos y en plan de disfrute. Después de abrazar al buen Gerardo y preguntarle como iba todo y como estaba él, me contestó que “Todo bien, pero con una tema muy triste en la familia”.

Me platicó entonces como un sobrino, el hijo de 28 años de su cuñado, amigo, compadre y demás se había muerto en  un accidente automovilístico y que la tragedia había por supuesto cimbrado a toda la familia.

Me siguió diciendo que había sido un golpe muy duro y que no les había dado tiempo, como ocurre en otras instancias de enfermedades, de despedirse, prepararse, ni nada. Me dijo entonces lo que quiero apuntar como muy relevante en esta meditación:

“ ME OBLIGÓ A REACOMODAR LAS PRIORIDADES EN MI VIDA Y A REPROGRAMAR MI MENTE POR COMPLETO”.

Este fin de semana tuve un par de velorios más de gente cercana. En estos casos fueron personas de 90 y de 88 años. Digamos situaciones normales. No cabe duda que la muerte de otros nos desinstala de manera importante. Pareciera que a veces vivimos como si realmente pensáramos que somos inmunes a la muerte. Vivimos como si los nuestros y nosotros no necesariamente pasaremos por lo que evidentemente tendremos. Le damos mucha importancia a lo superfluo, a muchos temas que no son tan relevantes. Tratamos a los vivos como si los fuéramos a tener para siempre. Pero eso sí, cuando mueren escucha uno cosas increíbles sobre los que recién han partido.

Aproveché la boda para decirle a mi amigo Gerardo que estaba orgulloso de él, de su papel como líder en su trabajo. De los valores que ha sembrado a su equipo y de cómo eso ha impactado en tantas vidas.

Seguiré diciéndole en vida a mi gente cercana, a la gente con quien trabajo y con la que convivo que los respeto, los valoro, los quiero y que mi vida ha sido sin duda mucho mejor al tenerlos en mi vida.

Te mando a ti un abrazo cariñoso y te mando decir que eres muy especial, que vivas lo que te queda de tiempo en esta vida con mucha intensidad, cumpliendo con tu propósito. Espero que seas feliz todos los días y que por supuesto ames mucho y que la vida te permita seguir SIRVIENDO a los demás.

Como deseo especial, te deseo también que EL SEÑOR «te tire del caballo» y que te reclame para que vivas mucho mas cercano a Él. Eso de vivir desde ahora «en el Cielo» supongo debe ser increíble.

Se les quiere.

Jorge Ocaranza Freyria.

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