En este último viaje a Ixtapa de trabajo, me he dado cuenta que todos tenemos «una bolsa de pretextos» lista para usarse en caso de que se necesite.
Con la edad y la experiencia , esa bolsa de pretextos se va llenando de todo tipo de pretextos. Muchos de los cuales hasta nos los llegamos a creer. Esa bolsa la llevamos con nosotros a todos lados y en caso de requerirla la podemos abrir y utilizar. De hecho la abrimos y la utilizamos.
Tiene diferentes compartimientos. Compartimiento 1; Pretextos de nivel básico; el clima, la mala suerte, el otro, el tráfico, el vecino, algún pariente, algún político, los gringos, los testigos del Señor de Juchitán, la presencia de Murphy que siempre complica las cosas, y demás.
El compartimiento del nivel 2 se pone más interesante; Mi destino, el Karma, mis Padres, mi Familia Política, mis Maestros, mi Pareja y por supuesto que mis Jefes. Pretextos que hasta nos los llegamos a creer.
La bolsa secreta del nivel 3 es para ocasiones especiales y de emergencia. Llegamos a meter a Dios en nuestros pretextos.
Durante mi viaje he recibido de mis colaboradores una dosis aún mayor de pretextos que la normal. La preferida de este viaje: “No me reporté porque no lo quise molestar”.
Cuando la gente asume su responsabilidad, aprecia su papel fundamental en que las cosas sucedan – y se logren muy bien – es que dejan de abrir la bolsa de los pretextos. Asumen su culpa, su falta, su reto y deciden arreglar, corregir y avanzar hasta la meta.
Cuando abrimos la bolsa de pretextos nos devaluamos trágicamente. Nuestra grandeza intrínseca se «arratona». Nos colgamos cadenas que detienen nuestro vuelo hasta el infinito.
No saques tu bolsa de pretextos.
No la necesitas.
No te ayuda para nada.
Al contrario.
El que te lo llegues a creer tu mismo es demasiado costoso y peligroso.
Buena semana.
Jorge Ocaranza F.
Fernando Arnaiz
The only way out is through… No se de quién sea la frase pero es una verdad enorme.
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