La abuela estaba ya muy viejita. Tan viejita que ya casi no abría los ojos. Hablaba muy poco y parecía que solo esperaba que “El de arriba se acordara de ella y finalmente se la llevará”.
Tania amaba a su abuelita y pasaba tiempo con ella. La tomaba de las manos y le contaba sus cosas. Su abuela apretaba de repente una mano, movía la cabeza o decía un par de palabras de vez en cuando mientras la nieta platicaba y platicaba.
Un buen día, la nieta le dijo a la abuela que temía por el día en que la abuela ya no estuviera ahí para ella. Le dijo que la iba a extrañar mucho y que supiera por siempre que ella la quería mucho.
La abuela respiró profundamente, abrió sus ojos azules como el mar de Cozumel y le dijo a la nieta:
“ Mi amor, todo este tiempo te he tratado de enseñar una lección que me dio mi abuela. Un secreto que me ha servido mucho en mi vida. Mi “ABU” me dijo qué hay que abrazar al otro escuchándolo. Hay que concentrarse solamente en su plática y no en lo que tú le quieras contar. No mientras él o ella te esté platicando algo. Si es algo bueno; alégrate mucho. Por lo que más quieras no le platiques algo tuyo que pienses que es mejor a lo que esa persona te esta contando. Abraza su alegría; no la interrumpas. Si por el otro lado te platica algo que le esté pasando y que no sea bueno; tampoco interrumpas su relato. Pon mucha atención. Abraza su sentimiento de dolor o de angustia o de frustración. No es momento de compartir un momento tuyo. O de «resolverle su tema». Ya habrá tiempo para eso. La gente, querida, no ha aprendido a quedarse callada y abrazar al otro. En las buenas y en las malas.
Si llegas a encontrar a alguien que lo haga, habrás encontrado un gran tesoro de verdad. Si logras convertirte en un “abrazador de otros” serás un gran tesoro para los demás. Esa, mi querida Tania, es la mejor herencia que te puedo dejar. De repente, hijita querida, ojalá y puedas también abrazarte a ti misma. Escúchate, tómate tu tiempo y no te interrumpas mientras estás expresando tus sentimientos. Déjalos salir. Para eso los inventó Diosito; para que salgan.»
Volviendo a cerrar los ojos y a guardar silencio, la abuela y la nieta quedaron tomadas de la mano, abrazándose mutuamente con ese amor que habían decidido tenerse desde hace tantos años.
Te mando un cariñoso abrazo.
Jorge Ocaranza Freyria
Anónimo
Excelente consejo de la Abuela.
Ponerlo en practica nos debe dar buenos resultados 👍
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meditacionesparami
Las abuelas saben mucho de lo que funciona. Saludos
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