Estaba haciendo mi recorrido nocturno por los diferentes restaurantes y eventos abiertos en Pacífica. Los miércoles son especiales porque el Show del Circo es uno que le gusta mucho a la gente. Bailes, comedia y unos actos de animales lo hacen muy «disfrutable» y entretenido para chicos y grandes. Sin duda que son los pequeños los que más lo disfrutan y por consiguiente, los adultos salen felices de ver a sus chiquitos muy contentos.
La escena final es espectacular. Una docena de animales «inundan» el escenario. La música, las luces y el ambiente te ponen la piel de gallina. Decenas de celulares filman, toman fotos y muchos nos quedamos con las escenas mentales que guardaremos en lugares especiales. Ahí fue cuando vi a Don Carlos por primera vez. Estaba sentado en una de las orillas por donde entraron los animales. Aplaudía muy animado y seguía con su pie izquierdo el ritmo de la música. Estaba disfrutando a lo grande el momento. No pude quitarle la vista de encima al buen Carlos. Siguió aplaudiendo y gritando y moviendo su pie izquierdo como si fuese lo mejor que hubiese visto nunca. Era un señor de unos 60 años y a él le tenía sin cuidado todo. Disfrutaba y no pude dejar de sonreír y disfrutar su manera de disfrutar.
Saludó a cada uno de los animales cuando salieron y sin duda fue el último en dejar de aplaudir. Como buen “Bully” que soy, empecé a pensar mentalmente en cuanto debía de tener que aguantarlo su mujer. Inventé que seguro le llevaba palomitas, cacahuates o pasitas con pica pica para que se quedara tranquilo y sosegado aunque fuera por un ratito. La verdad es que envidiaba su entusiasmo.
Al final fui con el buen Carlos y le dije que NUNCA había visto a alguien disfrutar tanto algo. Que si así era siempre. Que cuanto llevaba con esa “afectación”. “Mire, vengo de Estados Unidos una vez al año a ver a mi hermano ( que había ganado un concurso hace unos minutos) y no sabemos si mañana estaremos vivos. Hoy sí que lo estamos y me la voy a pasar realmente bien. “
Ese rollo vaya que lo he leído y escuchado en una docena de variaciones. De hecho me parece hasta un tema muy trillado. Vive hoy como si fuera el último dia de tu vida, blah, blah, blah. Este personajito, no solo se lo creía, sino que lo vivía de corazón. Estaba yo seguro que las palmas de las manos le iban a doler un buen rato, que las comisuras de los labios ya tenían forma perenne de sonrisa y que el mugre talón izquierdo se le iba a dislocar. Seguro que su mujer y familiares ya lo alucinaban de tanta felicidad y tanto positivismo. Seguro. Y sin embargo, el dichoso Carlos me dejó conmovido. Me dio envidia. Me la hizo pasar muy bien. Se me antojó tenerlo cerca para que me lograra contagiar. Como cliente por supuesto. Como amigo sin duda.
Es increíble cómo una persona puede de hecho hacer un cambio en la vida de los demás.
Que el espíritu de Don Carlos nos inunde hoy y siempre
(¿Lograron identificarlo en el video?)
¡ Vamos equipo !
Buen fin,
Jorge Ocaranza Freyria