Querido Diario,
Se que estarás un poco sorprendido por que me he tomado el tiempo de escribir un poco sobre mi día. Entiendo que estarás también un poco molesto porque realmente te tengo olvidado. Te entiendo. Si yo fuera mi diario también estaría muy molesto por tenerme a mi de relator.
Te pido disculpas y por favor no lo tomes personal. Sabes que soy un poco informal y wewenchón para escribir. Ahora tengo que platicarte sobre mi gran fin de semana.
Mi mujer es tan abusada, que me la volvió a hacer y logró que la llevara de compras al buen fin. Con lo poco que me gusta lo de las compras y los gentíos . Logró hacérmela redondita. Pero no me adelanto y te platico.
Nunca esta lista a tiempo para ninguno de mis eventos. Pero este sábado próximo pasado estaba bañada, arreglada, desayunada y subida en el coche a eso de las 8:30 de la mañana. Eso sí, ahora fui correteado sin misericordia.
Llegamos 20 minutos antes de que abrieran las puertas del gran palacio de las compras. Hora en que solo pueden entrar los clientes especiales que teníamos la tarjeta especial.
A esa hora recibiríamos hasta un 40 % de descuento y los puntos acumulados valdrían doble. Los plazos para pagar se extenderían por un factor multiplicando la cantidad de veces que los clientes habrían venido en el año y dividido entre los días en que se había pagado a tiempo la tarjeta de crédito especial para clientes especiales.
Yo no entendía nada, pero mi mujer entendía que era especial y que su misión era comprar. Las clientes especiales empezaron a comprar y a generar un furor contagioso y hasta religioso. Mientras varios maridos cargábamos, firmábamos y nos callábamos; ellas sacaban lo mejor de ellas e iban tachando sus listas de regalos de Navidad, de Pascua y hasta de nuevas listas que iban generando al ir descubriendo nuevas ofertas.
El intercambio de información entre las hormigas poderosas, digo las clientes especiales se llevaba a cabo en una velocidad de Infinitum.
“Gordo, pícale a guardar todas estas bolsas en la cajuela porque hay otras tres tiendas que tenemos que ir. Y que no te vean que las estas metiendo. !Apúrate que se nos va el gran fin! No se como no llegamos mas temprano!.”
El profesor L’Achate de La Universidad de Nantucket ha comprobado cómo el metabolismo de una compradora en el Gran Fin llega a cambiar. No se quejan de nada durante este periodo. Pueden no comer y no tomar agua. Pueden cargar el doble de su peso en bolsas de compras y paquetes de regalos. Su focus en estos períodos es total.
Las filas en los probadores y en las cajas comienzan a ser absurdamente largas. La cantidad de gente era realmente asombrosa. Todos alimentamos este sentimiento de pertenecer al frenesí shopinesco.
Así, ya caída la noche, fuimos terminando el día y lentamente mi compradora especial va regresando a ella misma. Cuando me comenta que le duelen los pies, un poco la cabeza y que tiene hambre, se que el final del día se acerca. Y suspiro de alivio.
Estira su brazo, me da una palmadita y me dice; “ !Que maravilla, que el Buen Fin haya caído ahora en puente!. Aún tenemos dos días más de increíbles ofertas. ! Que afortunados somos !”
Saludos a los todos los “clientes especiales”. Y demos gracias por que el Buen Fin aún no es un Buen Mes… aunque uno nunca sabe.
Buen Día!!
JOF
jlarmida@armida.com.mx
Jajaja excelente, eso si es una meditación de la conducta femenina
Lo bueno es que es una vez al año
Buen fin !!!!!
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