Mihail estaba exhausto, completamente perdido y a punto de entrar en otro ataque de pánico. «Mija», como le decían sus amigos, era un dentista, relativamente bueno, de una ciudad relativamente tranquila de lo que una vez fuera una relativamente próspera Ucrania. De la noche a la mañana todo había cambiado. Los rusos habían invadido su querida patria, su familia entera había huido y él había terminado defendiendo una pequeña ciudad comandando un tanque ruso que habían encontrado junto a unas vías del tren.
Mija y unos compañeros, habían tomado el tanque y a la fecha habían logrado acabar con 5 tanques rusos (comprobados) y al parecer uno mas que no había sido verificado. Los días de Mija eran por supuesto muy diferentes a los de hace pocos meses, cuando se levantaba, desayunaba con su mujer y sus hijas y luego iba a la clínica a trabajar. Ahora no sabía cuando había despertado, el día de la semana no importaba, ni lo que había comido. Lo único que importaba era sobrevivir y terminar con el enemigo. Era matar o ser muerto. Vencer o ser vencido. Leyes naturales que parecían no tener ni concesiones ni misericordia alguna.

Mija estaba consciente de que su consciencia había cambiado radicalmente. De hecho, nunca había estado tan consciente de su conciencia. De estar presente en cada instante. Su vida y la de muchos dependía de que así fuese. Y fue en medio de una escaramuza con dos tanques soviéticos y un pequeño batallón, que comprendió clara y profundamente el que debía dirigir su conciencia a donde de verdad importaba.
Su compañero de tanque de ese día, Luciano, estaba molesto por temas de logística. No tenían municiones suficientes, el tan necesario apoyo no llegaba y demás. Por otro lado, su familia estaba atorada en la frontera y había un par de amigos muy queridos que habían sido capturados por los rusos.
A media batalla, Mihail le dijo: “Nuestras vidas dependen hoy de que dirijamos nuestra consciencia a donde realmente importa.” Que nada nos distraiga de nuestro único objetivo. Menos la inconsciencia en la que seguido tendemos a vivir.

Así, sentados muy juntos en ese tanque que parecía ya no poder mas, Mija y Luciano se concentraban en lo que les tocaba e iban a la batalla de ese día con todo su ser enfocados solamente en ello…
Te mando un abrazo y espero que tus «batallas del día» sean enfrentadas con coraje, con una clara consciencia de lo que eres y de lo que quieres. Que te acompañen y acompañes a compañeros maravillosos. Que esa insidiosa inconsciencia que luego complica todo, sea poco a poco derrotada por esa gran conciencia que vive en ti y en todos nosotros. Que nos conectemos a ella y vivamos en paz, en al amor y en la alegría.

Bendiciones…
Jorge Oca