Andrés es mi sobrino y tuvo un infarto cerebral. Después de 18 años de vida es un niño con “condiciones especiales”.
Cuando conocemos a alguién así, no dejamos de sentir un poco de lástima por él, por su familia y de pedirle a Dios – que si es su voluntad – , nos haga el milagro y lo “haga normal”.
La semana pasada volví a pasar unos días con mi querido Andrés y como siempre me puso en mi lugar bien y bonito.
Andrés se levanta siempre de buenas y lo primero que te pregunta es. “¿Cómo dormiste George?», “¡Yo dormí muy rico!” me dice. Luego seguimos platicando, jugando y pasando un día muy diferente.
Me toma una foto en su celular y me dice que estoy muy guapo. Me dice una y otra vez cuanto me quiere y que me extraña. Con una naturalidad impresionante le dice a mi hija que la ama con todo su corazón. Y lo dice en serio. No deja de sonreír, de cantar, de bailar y no deja de repetir muchas veces cuanto nos quiere a todos y que cuando vamos a ir juntos a la playa. Nos enseña fotos de su perro, de “su novia”, que es otra niña con “condiciones especiales” y nos muestra sus chats con ella. Son puros mensajes de cariño, de alegría y de felicidad.

Entonces me doy cuenta con una claridad sorprendente de que Andrés es realmente diferente. Puede mantener durante el día grandes momentos de cariño, de amor y de felicidad para con él y para con los demás. Nosotros – los que no entramos en esta definición de tener condiciones especiales – nos la pasamos mucho mas estresados, menos amorosos y cariñosos, menos bailadores y cantadores y preocupados por una cantidad de temas increíblemente grandes.
Ahora resulta que pareciera que somos nosotros los que estamos en “condiciones especiales”. Tristones, distantes, con actitudes que no nos ayudan y no necesariamente muy amorosos.
Lo veo y sonrío. Meneo la cabeza y le doy gracias a Dios por él. Por sus padres y familiares que le han hecho esta vida en lo que para él pareciera vivir en “su paraíso”, haciendo lo posible por que los demás vivan momentos llenos de gozo junto a él.
Andrés sigue dándome lecciones de vida cada vez que lo veo. Antes lo cargaba, le hacía cosquillas y pedía mucho por él. Ahora me acerco, pongo mucha atención, aprendo y espero imitar muchas de sus actitudes. Vivir en mi Paraíso y hacer que los demás también lo vivan. No estaría nada mal.
Abrazo con todo mi cariño a Andrés, a mi hermanita y a toda su familia. Abrazo a todos los Andreses y sus familias. Verdaderos ángeles que viven con ellos y que si ponemos atención, nos pueden enseñar mucho.
Buena semana.
Jorge Oca
Lourdes
Seguro como dices los q no somos especiales vivimos sin darnos cuenta todo lo que tenems a nuestro alrededor y no lo sabemos valorar ni agradecer
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Alondra Armenta
Maravilloso!! Gracias por permitirme vivir a través de usted mi cercanía al paraíso de Andrés. Saludos Inge, lo guardo con mucho cariño en mi corazón.
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Anónimo
creo que a veces tenemos mas limitaciones nosotros que podríamos considerarnos ¨Normales¨, cuando en realidad tenemos mas limitantes, deberíamos de ver todos la vida como Andres, sin miramientos y con una perspectiva de un niño de seis años siempre maravillandonos por vivr y aprender de un dia a la vez, excelente reflexion y todos tenemos un Andres en nuestra familia asi que entiendo perfectamente el mensaje…
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