Las tres reglas de oro sobre el enfoque…

A Juaco le encantaba ir a platicar con el abuelo.
Era amable, divertido, pero sobre todo, muy sabio.

—Cuéntame una de esas historias en donde aprende uno mucho, abuelo —le pidió Juaco, con los ojos brillantes.

El abuelo sonrió.
—Pues mira, querido pequeño. Hay una historia que he querido compartirte desde hace tiempo… y creo que ha llegado el momento de que la hagas tuya.

Había una vez una mujer buena, guapa y llena de dones.
La vida le sonreía: todo le salía bien… hasta que se distrajo.
Poco a poco, las cosas empezaron a desacomodarse.
Nada funcionaba, todo parecía complicarse, y ella sentía que la vida se había puesto en su contra.

Su mente, antes ordenada y tranquila, se llenó de preocupaciones, de miedo… y luego, de angustia.
Una pequeña tormenta interior fue creciendo hasta nublarlo todo.
Dejó de reconocerse, ni física ni mentalmente.

Un día, viendo fotos suyas de cuando era joven, algo la estremeció:
esa sonrisa luminosa que antes tenía.
¿Dónde se había quedado esa mujer?

Esa noche, tuvo un sueño que parecía más real que la vida misma.

Caminaba junto a un lago.
El agua era tan clara que podía ver su rostro reflejado… y, como le pasaba últimamente, no le gustó lo que vio.
Sintió ese dolor en el pecho que ya conocía.

De pronto, un gato apareció, bebió un poco de agua y la miró fijamente.
—¿Por qué cargas con un pesar tan grande? —le preguntó con voz serena.

Ella le contó su historia.
El gato escuchó en silencio y, al final, le dijo con una voz que le llegó hasta el alma:

—Querida, lo que has perdido es el enfoque.
Has dejado de mirar lo que verdaderamente importa.
Escucha bien, te voy a dar las tres reglas de oro del enfoque.
Si las sigues, tu vida cambiará por completo.

Primera regla:

Enfócate en lo que sí tienes, no en lo que te falta.

Por alguna razón extraña, muchos viven mirando lo que no tienen,
en lugar de celebrar lo que sí les ha sido dado.
Así su energía se vuelve escasa, triste, y atrae más de lo mismo.

En cambio, cuando te enfocas en lo que sí tienes,
agradeces, te alegras y vibras alto.
Y esa energía llama más abundancia, más alegría y más paz.

—Hija querida, enfócate en lo que sí tienes —dijo el gato—,
que por cierto, es mucho y muy valioso.

Segunda regla:

Enfócate en lo que sí puedes cambiar, y suelta lo que no.

—Entiendo que quieras controlar lo que te rodea —continuó el gato—,
pero créeme: tu poder sobre el mundo exterior es muy pequeño.

Mira el clima, por ejemplo.
Desde hace millones de años, hace lo que quiere.
Si va a llover… va a llover, hagas lo que hagas.

—¿Qué otra cosa no puedes controlar? —preguntó el gato.
Ella pensó un momento y respondió:
—Lo que los demás hacen o piensan.
—¡Exacto! —exclamó el gato con una sonrisa brillante—.

Lo que puedes controlar, aunque cueste,
es cómo reaccionas tú ante lo que sucede afuera.

Todo lo que no te toca, no te importa o no puedes cambiar,
déjalo pasar.
No cargues basura ajena en tu interior.
No te enganches… Suelta.
Y enfócate en lo que sí puedes y debes manejar.

Como dicen los gringos: Deal with it.”

Tercera regla:

Vive en el presente.

Gastamos montañas de energía recordando el pasado:
lo que hicimos, lo que no hicimos, lo que nos dijeron.
Nuestra mente se vuelve verdugo y nos atormenta.

Pero lo que ya pasó… ya pasó.
Aprende de ello y déjalo ir.
Por tu bien, suéltalo.

Y el futuro, aunque aún no llega, también puede angustiarnos.
El único momento que realmente tienes es este:
el presente, ese regalo divino que se va transformando
en pasado con cada respiración.

—Enfócate en el presente, querida mía —susurró el gato—.
Es un regalo que la vida te da mientras dura.

La mujer lo miró, conmovida.
El gato, con ojos color miel, la observó amorosamente.
Y entonces ella despertó… con una paz que hacía mucho no sentía.
Su misión estaba clara: controlar su enfoque.
De eso dependería cómo viviría de ahora en adelante.

Juaco guardó silencio.
El abuelo lo miraba con esa sonrisa pícara de siempre.
No hacía falta decir mucho; ya se habían entendido.

—Gracias, abuelo —dijo Juaco con voz firme—.
Gracias por el regalo. Lo voy a atesorar.
Le voy a echar ganas. No te voy a fallar…
De hecho, no me voy a fallar.

Lo abrazó fuerte y salió corriendo,
listo para vivir sus tres reglas de enfoque.

El enfoque no se trata de negar lo que duele,
sino de elegir dónde poner tu mirada y tu energía.
Ahí donde pones tu atención, crece tu vida.
Y donde pones tu amor, florece tu alma.

Abrazo cariñoso,

Jorge Oca

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