El ritual del perdón. Del Camino de Santiago (2)

El peregrino andaba disfrutando el camino. No dejaba de apreciar el otoño que se olía y veía por todos lados. La alfombra de hojas multicolor que llevaba pisando durante varios kilómetros era espectacular. La maravilla de  colores ocres que adornaban laderas, cuencas de ríos y fachadas de las casas rurales. El clima anunciaba el próximo invierno. Estaba más que fresco. Los fuertes calores del verano eran cosa del pasado. Atardecía temprano y la neblina aparecía entre las cumbres y por el camino. No pudo más que pensar en que su vida también estaba aproximándose al otoño. Su vida estaba llena de experiencias, de momentos maravillosos y también de momentos tristes y pesados. Amores inolvidables y cariños muchos y muy profundos. 

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Seguía meditando sobre el tema de llevar la mochila ligera, cuando estuvo consciente de que su corazón seguía llevando mucha carga que no le ayudaba.

Muchas memorias de eventos duros, de temas difíciles y de experiencias dolorosas. Todo esto hacía más pesado su corazón. De alguna manera no lo hacía vivir más ligero… más contento… más feliz.

Se daba cuenta de que tenía que llevar a cabo un pequeño gran ejercicio de perdón.

Así que inspirado por algo muy profundo, comenzó con sus padres. A cada uno le agradeció por todo aquello que habían hecho por él durante tantos años. Les agradeció por su apoyo, por su cariño y por su amor incondicional. Luego les pidió perdón por todas las veces que les había fallado. Por las veces que se había seguido derecho sin voltearlos a ver, por la veces que los había ofendido; queriendo y sin querer. Por no haberles dado el lugar que se merecían y que él les hubiera querido dar.

Finalmente les otorgó el perdón por las veces que ellos lo ofendieron. Por las veces que se había sentido abandonado, por las veces que no lo habían hecho sentir amado y por las veces que lo habían lastimado física, mental o de alguna manera. El perdón fue completo, fue dado en paz, en amor y con el corazón abierto. Se tomó su tiempo y solo siguió adelante cuando estuvo satisfecho.

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Los kilómetros avanzaban y la lista de personas que pasaban por el ritual del perdón crecía. Del km 6 al 10 fueron sus padres, del km 11 al 22 sus hermanos, hermanas, su familia política y sus amigos. Del 22 al 26 su mujer, sus hijos y colaboradores. Del 26 al 30 alguna gente que lo había afectado de manera muy especial y que aún los traía cargando con energía negativa.

Justo en el km 30, el mar se asomó como invitándolo a sentarse. Una vista divina de acantilados, arenas preciosas y el bosque que casi llagaba al mar. Ahí sentado en una gran roca, se enfrentó consigo mismo. Primero se agradeció por todo lo bueno y positivo que se había regalado, ofrecido y dado a sí mismo. Con un corazón generoso, se abrazó, agradeciendo y aceptando la cantidad de cosas positivas que se había dado en toda esta vida. Luego, con despacio, se iría pidiendo perdón por todo lo que se había lastimado, ofendido y faltado al respeto. Permitió que las lágrimas fluyeran libremente y que fueran lavando esos sentimientos dolorosos que salían libremente. Sentía claramente como esa energía obscura fluía hacia afuera y una luz dorada comenzaba a tomar su lugar. Que maravilla esto de perdonarse.

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Ya cuando atardecía y el sol se ponía, supo que lo mejor aun faltaba. Tenía que presentarse ante su Dios.  Ahí, a unos kilómetros del destino final del día, le abrió su corazón completa y absolutamente. Sin restricción alguna. Le agradeció por esta vida tan maravillosa que le había regalado. Le dijo que se había sentido mas que apapachado y amado por tantas cosas bellas en la vida. Por lo que le había regalado en él mismo, en su familia, en sus amigos, en su trabajo y por la naturaleza que día a día le decía que su Padre le amaba mucho.

Luego le pidió perdón por las veces que lo había ofendido al distraerse y olvidarse de Él. Le pidió perdón por no considerarlo como el centro de su vida. Por las veces que se había seguido de frente ante tantos que lo habían necesitado y por las veces que había ofendido y lastimado a tanta gente. El peregrino sabía que su Dios lo conocía todo así que, no dejó nada fuera de su confesión y pidió perdón desde lo mas profundo. Lloró desconsoladamente porque sintió un dolor profundo por haber ofendido a quien más lo amaba. Dejó y permitió que todo saliera y poco a poco comenzó a sentir una paz muy especial. Un abrazo nuevo, una ligereza que hace mucho no sentía.

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Finalmente le dijo que lo perdonaba. Se sentía raro diciéndole que lo perdonaba, pero muchas veces no había entendido, ni aceptado, ni comprendido lo que había sucedido y aunque tenía mucha fe, algo obscuro y pesado había quedado en su corazón contra Él y no quería de ninguna manera seguir llevando esta pesada carga.

Sin darse cuenta, el peregrino había llegado a su destino. Ya traía su mochila ligera, pero ahora, su corazón venía mucho más ligero que antes. Esto lo hacía caminar más erguido, sentía una sonrisa más plena y una ligereza espectacular. Sentía unas ganas de abrazar, de atender y de servir como hace mucho no sentía.

El camino lo había vuelto más ligero, había renovado su corazón. Ese corazón mas maduro que no dejaba de aprender a amar, a perdonar y a reconocer quién era y de donde venía.

El peregrino en mí, le manda un abrazo al peregrino en ti y te desea un ritual completo y profundo del perdón.

Abrazo,

Jorge Oca

3 comentarios sobre “El ritual del perdón. Del Camino de Santiago (2)

  1. Avatar de Desconocido

    Anónimo

    Bravoooo, excelente experiencia de vida al resignificar nuestra historia a través del perdón y de este camino de reconstrucción del ser humano, disfrutando el proceso a través de dejar fluir nuestras emociones, le envío un abrazo.

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  2. Avatar de Desconocido

    Anónimo

    Mi peregrino amigo Oca, el PERDÓN es la expresión más grande del AMOR, lo sabemos, yo después de perdonar analizo: realmente supe perdonar??… y tengo que RE-PERDONAR enseguida porque me falta muchas veces conciencia para lograrlo. Un abrazo hermanito kokin, gracias.

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