De hábitos, incendios y demás…

SERIE DE INCENDIOS (3)

Sin duda que somos animales de hábitos. Durante la vida, vamos acumulando procesos o hábitos que nos permiten seguir adelante.

Desde pequeños nos programan para despertarnos, para comer, para asearnos, para ir al colegio, para trabajar, para jugar, para relacionarnos, para ver la televisión, para hacer ejercicio, para navegar por las redes, para rezar, para manejar, para leer, para los viernes por la noche y para muchas tareas más.

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También nos han (o nos hemos programado) para no hacer tal o cual cosa. 

Nuestra mente tiene muchos programas o hábitos y va por la vida utilizando el hábito requerido.

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En este incendio pasado, la vida tuvo a bien romper e irrumpir con  muchos de nuestros hábitos.

Una nueva cama, un nuevo techo, nueva ropa, nuevos lugares donde ponerla, nuevo baño, nueva, nuevos olores, nuevos sonidos, nuevas rutas, nuevo lugar para trabajar, nuevas conexiones de internet, de teléfono…

Los hábitos anteriores se rompieron totalmente. Nuevos hábitos se están ahora formando. Unos de manera consciente y muchos otros de manera inconsciente. El nuevo lugar en el comedor, el nuevo lugar del estacionamiento. El nuevo lugar de los cajones de la ropa. Nuevos lugares para temas de limpieza y cuidado personal. Nuevo lugar para medicinas, vasos, herramientas, papelería y demás.

Es tal el cambio y la revolución, que a veces pareciera que todo funciona de manera diferente, no fluida e interrumpida.

El tema de la meditación de hoy es que voy descubriendo varios hábitos que no necesariamente me ayudan o me han ayudado en mi vida. No me refiero a si el shampoo va del lado derecho o izquierdo. O al orden de cajones o diversos temas “triviales” de todos los días. Me refiero a los hábitos que han adquirido mi mente y mi cuerpo y que no me ayudan. Mi consciente no está de acuerdo en ellos.

En mi manera de comer. Hábitos de comer de más cuando sacan la botana. El hábito de terminar lo que hay en el plato. De no dejar de comer cuando estoy satisfecho. De comer de prisa sin saborear la comida. De no abusar de los carbohidratos; de la comida chatarra. De no comer de más lo que sé que no me hace bien. Pareciera a veces que mi mente se impone a mi mejor juicio. Mi cuerpo recibe el mensaje de que tiene hambre y vaaamonnoooossss. O que necesita algo de comfort food… y «vénganos tu reino». El viejo hábito de entrarle a esa bolsa de chocolates o de helado o de lo que ya sabes qué…

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Hábitos de dormir y de ejercitarme. Como nunca es claro lo que dormir y hacer ejercicio de manera regular ayuda a nuestra mente, a nuestros cuerpos y a nuestro espíritu. El dormir 8 horas y hacer fuerza y ejercitarnos diariamente son piedras angulares de la salud física, mental y el que lleguemos a esa edad como queremos llegar. Los incendios seguirán apareciendo en nuestras vidas si no implementamos cambios estructurales y constantes.

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Ahora entiendo cómo ha sido tan difícil erradicar estos hábitos en mi vida. Pareciera que necesito «un incendio» también en esa área para ir cambiando poco a poco estos hábitos que no me ayudan. Es más, sé que me han enfermado poco a poco. El colesterol ha ido subiendo, el azúcar también, la fuerza, la salud mental…

En mi manera de tratar a otros. Hábitos de hablar y no escuchar. De querer pretender que me escuchen antes de escuchar. Hábitos de no juzgar de buenas a primeras. De ir juzgando la manera de vestir, de hablar, de cómo se cuidan. De  lo que piensan y de lo que no piensan. De sí han tenido éxito o de sus maneras de ser. Hábitos que de entrada nos alejan de los demás. Hábitos de no tener compasión por los demás. De no ser empáticos, amables y serviciales.

Hábitos de ver lo negativo en lo que nos sucede. De no agradecer por todo lo bueno y hasta maravilloso que tenemos todos los días. Por la salud y lo que sí funciona en nuestros increíbles cuerpos. De no agradecer por tantas bendiciones en nuestras casas, familias, trabajos, naturaleza y tantas cosas más.

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En una de esas, los peores hábitos son los que tenemos con nosotros mismos. Hábitos de ser los mártires. Hábitos de no aceptarnos y valorarnos tal y como somos. De juzgarnos tan negativamente. De no abrazar lo que somos y tener compasión de nosotros mismos. De apreciar todo lo que sí hacemos y no enfocarnos tanto en lo negativo o que no hacemos.

No se trata de no trabajar por mejorar. Se trata de estar orgulloso de uno mismo por tantas cosas positivas y por supuesto de estar conscientes del trabajo que nos queda por hacer. Si logramos el hábito de valorarnos, entonces lo que opine el mundo o pensemos que opinen los demás cobra un valor muy diferente.

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Creo que luego «tenemos incendios» que quieren que dejemos viejos y asentados hábitos que no necesariamente nos ayudan para tener vidas plenas, felices y abundantes.

Vamos haciendo un ejercicio serio, consciente y dirigido para ir cambiando poco a poco todos estos procesos que no nos ayudan. De lo contrario, no te preocupes; la vida se encargará de que los arregles sí o sí.

Abrazo equipo.

Jorge Oca

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